¿Te Hubiera Gustado ser mi Princesa?
PARA LAS PERSONAS QUE SE TOMEN SU TIEMPO Y LO LEAN, SE QUE LES VA GUSTAR Y APRENDERÁN ALGO. SOY UNA PERSONA QUE LES GUSTA LAS METÁFORAS Y LAS HISTORIAS CON BUENA ENSEÑANZAS ASÍ QUE CADA VEZ LEA UNA BUENA HISTORIA LA PUBLICARE...
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Era una bella princesa que estaba buscando desposarse...
Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo, que no tenia más riquezas que amor y perseverancia, cuando llego el momento de hablar, dijo: “Princesa, te he amado toda mi vida. Como soy hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor. Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas de las que llevo puestas. Ésa es mi fortuna”.
La princesa conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar:
“Tendrás tu oportunidad, si pasas la prueba me desposarás”.
Así pasaron las horas y los días. El pretendiente estuvo sentado, soportando los vientos, la nieve, y las noches heladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento. De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual con un noble gesto y una sonrisa aprobaba la faena. Todo iba a las mil maravillas. Incluso algunos optimistas habían comenzado a planear los festejos. Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la zona habían salido a animar al próximo monarca. Todo era alegría y jolgorio, hasta que de pronto, cuando faltaba una hora para cumplir el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la princesa, el joven se levantó y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar.
Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzó y le preguntó: “¿Qué fue lo que te ocurrió?, estabas a un paso de lograr la meta, ¿Porqué perdiste esa oportunidad?, ¿Por qué te retiraste?”. Con profunda consternación y algunas lágrimas mal disimuladas, contestó en voz baja:
“Ella no me ahorró ni un día de sufrimiento, ni siquiera una hora, no merecía mi amor…”.
El merecimiento no siempre es orgullo, sino dignidad. Cuando das lo mejor de ti mismo a otra persona, cuando decides compartir la vida, cuando abres tu corazón de par en par y desnudas el alma hasta el último rincón, cuando pierdes la vergüenza, cuando los secretos dejan de serlo, al menos mereces comprensión. Que se menosprecie, ignore o desconozca fríamente el amor que regalas a manos llenas es desconsideración, o en el mejor de los casos, ligereza.
Cuando amas a alguien que además de no corresponderte desprecia tu amor y te hiere, estas en lugar equivocado. Esa persona no se hace merecedora del afecto que le prodigas. La cosa es clara: si no te sientes bien recibido en algún lugar, empaca y vete.
No te quedes tratando de agradar y disculpándote por no ser como le gustarías que fueses. En cualquier relación no te merece quien no te ame.
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